Hace un siglo, en 1922, un hombre luchaba con todas sus fuerzas por tender puentes que le condujesen a una renovación moral y anímica. Toda su energía dedicada a esculpir una obra heterodoxa, enigmática y llena de lirismo que le llevase más allá del momento que vivía. Ese mismo año se publica La Tierra Baldía y nada volverá a ser igual.
Su autor, T. S. Eliot, revoluciona las vanguardias con un poema insólito, fragmentario y plagado de alegorías. Con él marca un antes y un después, rompiendo los moldes de la tradición poética angloamericana del siglo XX, e inaugura una nueva forma de enfrentarse literariamente al dolor, al desencanto y a una percepción bastante íntima de declive espiritual.
Una obra a veces apocalíptica donde cabe el pesimismo, pero también la pasión. Donde encontramos un lamento por la armonía perdida, pero también el anhelo de un nuevo despertar. Melancolía debida al desmoronamiento de algunos valores culturales y, con todo, el anhelo por una conciencia nueva. Una visión muy personal de un mundo que parece no tener sentido, así como un mosaico que configura un retrato desolador del hombre de su tiempo. La tierra baldía convertida en símbolo de una sociedad decadente en la que vaga un ser humano desorientado y adormecido.
Este proyecto fotográfico quiere rendir tributo a ese poema iconoclasta y en ocasiones oscuro, recogiendo parte de su simbolismo y de su crítica a un mundo que se ha vuelto demasiado racional. También pretende ensalzar la importancia del conocimiento afectivo, reflejando nuestra relación fallida con el planeta que habitamos. He intentado condensar todo ello en este proyecto fotográfico dejando una ventana abierta a la esperanza, a través de una pregunta para la cual no tengo respuesta: ¿Será esta huida hacia adelante el preludio de un nuevo comienzo?