En 1839 Louis-Jacques-Mandé Daguerre presentó en la Academia de las Ciencias de Francia el daguerrotipo, considerado como el primer procedimiento fotográfico para obtener imágenes. Debido a su capacidad para captar imágenes con detalle, fijas e irrepetibles, comenzaron a denominar a los daguerrotipos como “espejos con memoria”. Un espejo que atrapaba la realidad sobre una placa de cobre.
Ahora sabemos que esas imágenes estáticas y con detalle, así como todas las que vendrían a continuación, no podían apresar una realidad que escapa a la cámara, a nuestros ojos y a menudo a nuestra propia comprensión. Aun así, la fotografía es un reflejo, más o menos deformado, más o menos subjetivo, del mundo que percibimos. Y como tal reflejo, congela el presente y lo transforma en pasado para que podamos volver a él tal y como lo captó la cámara.
Y puesto que las fotografías conservan una parte de nuestra memoria visual, ¿sería posible que el agua guardase parte de los recuerdos del planeta? ¿Que al reflejar en su superficie lo que acontece sobre ella, sea una especie de memoria del mundo?
¿Sería fascinante, verdad?